¿ A qué no sabíais que en 2018, el país menos visitado del mundo fue San Marino? Y es que viniendo de un país como España, que agitas una farola y salen al menos un par de turistas, esto es algo que aprecias y tiene un nombre: tranquilidad.
Este microestado parece ser sólo un pequeño puntito, casi imperceptible en el mapamundi, pero su historia y su geografía lo convierten en un destino único digno de conocer.
Es el tercero más pequeño de Europa después de Ciudad del Vaticano y Mónaco.
La historia nos dice que la Serenísima República de San Marino ( ese es su nombre oficial) es el Estado soberano más antiguo del mundo. En un continente con tanto movimiento histórico de fronteras, y tanta guerra y conquista, es sorprendente que San Marino haya permanecido independiente a lo largo de la Historia, lo que dice mucho de su inaccesibilidad en tiempos antiguos, y de la falta de interés por ese pequeño pedazo de tierra en tiempos modernos.
Y es que San Marino no fue fundada en ricos terrenos de cultivo junto a un río, como la mayoría de las ciudades antiguas, sino que surgió del escondite de una comunidad cristiana refugiada, allá por el año 300 d.c., en lo alto de un monte, alrededor del propio Marino, un cantero llegado de Croacia que dejó la piedra huyendo de los romanos y acabó convertido en santo. Lo que son las cosas.
La historia borró las fronteras de Venecia y Milán, pero mantuvo a San Marino en el tiempo, incrustado en la Italia moderna ubicado a más de 10 kilómetros de la costa adriática y a 150 kilómetros al este de Florencia. No pertenece a la Unión Europea, pero sigue utilizando el euro y sus habitantes se comunican en italiano.
Con un poco más de 30 mil habitantes y 61 kilómetros cuadrados de superficie -que se asemejan al tamaño de la isla de Manhattan en Nueva York-, la pequeña república de San Marino está fuera del radar de la mayoría de los viajeros, y es hora de que esto cambie.
Así que, bienvenidos a San Marino.
In the microuniverse of little countries, San Marino is a curiosity among the curiosities. The world’s oldest republic, established in 301, is the stubborn old man of Europe, forever refusing to sell its homestead to rampaging developers. San Marino has held tightly to its independence for century after century, even as Italy unified around it and its fellow city-states vanished from the earth. It carries on today as a pebble in the Italian boot, a living fossil of old-world governance.
Like Andorra, San Marino has no extant train service, so we roll in by bus. It’s quickly apparent that San Marino’s status as a global anachronism doesn’t mean that its citizens have just discovered fire and simple tools. Rather, they partake in that staple of contemporary small-country life, duty-free commerce. Just across the border, we see bank branches, perfume shops, and an electronics superstore advertising its TAX-FREE status in huge block letters. It’s as if our old friend Andorra, unsatisfied with the volume of cologne we purchased a few days prior, has teleported over from the Pyrenees to put on the hard sell once again.
San Marino is, essentially, a 24-square-mile series of mountaintops. As I climb up to the capital, also called San Marino, the duty-free shops give way to old stone fortresses. Tour buses disgorge just outside the old city walls, and lines of Italian, German, and Russian day-trippers march up the winding, steeply sloped streets, snapping photos of the statuary and churches along the way. As the sun sets, the Italians, Germans, and Russians march back down the mountain, and San Marino’s historic center empties out. When I wander the deserted streets after dark, it feels like I’ve been locked in a theme park after closing.
So, welcome to San Marino
Para ver la pequeña ciudad de San Marino no hace falta más de medio día, y te llevas puestos 17 siglos de historia, un negocio redondo. Su punto más alto es el hermoso Monte Titano -parte de los Apeninos-, de 739 metros de altura. Todo el casco histórico está rodeado por la gran muralla medieval a la que se adosan enormes caserones que una vez fueron palacios y ahora son museos.
Al atravesar las imponentes murallas por la Puerta de San Francisco, nos adentramos en uno de esos escenarios detenidos en el tiempo que se reparte en un entramado de callejuelas, recodos, puentes, plazas diminutas con iglesias enormes, viejos edificios de piedra… Todo en una continua subida, pues toda la ciudad lucha contra el desnivel de la ladera.
Para dar contraste al encanto medieval, en cada calle hay un sinfín de tiendas llenas de todo lo que se vende mejor cuando no hay impuestos del lujo ni regulaciones de por medio: joyas, relojes, perfumes, gafas de sol, tabaco y armas, muchas armas. Tal vez esto es lo que más me sorprendió: desde katanas a auténticas metralletas expuestas a pie de calle que tenían poco de souvenir. Pero también juegan con sus propias limitaciones; los sellos y euros acuñados en San Marino son de gran valor para coleccionistas por su rareza.
Sin embargo, el mayor aliciente turístico está en el otro extremo de la ciudad, en los tres picos más altos del Monte Titano, cada uno con una torre desde la que se observan unas vistas espectaculares.
To see the small city of San Marino takes no more than half a day, and you're wearing 17 centuries of history with you, a good business. Its highest point is the beautiful Mount Titano -part of the Apennines-, 739 meters high. The entire historic centre is surrounded by the great medieval wall to which are attached huge mansions that were once palaces and are now museums.
As we cross the imposing walls through the Puerta de San Francisco, we enter one of those scenarios stopped in time that is divided into a network of alleys, bends, bridges, tiny squares with enormous churches, old stone buildings... All in a continuous ascent, as the whole city fights against the unevenness of the slope.
In addition to the medieval charm, in each street there are countless shops full of everything that sells best when there are no luxury taxes or regulations: jewellery, watches, perfumes, sunglasses, tobacco and weapons, many weapons. Perhaps this is what surprised me the most: from katanas to authentic submachine guns exposed at street level that had little to do with souvenirs. But they also play with their own limitations; the stamps and euros minted in San Marino are of great value to collectors because of their rarity.
However, the greatest tourist attraction is at the other end of the city, on the three highest peaks of Mount Titano, each with a tower from which spectacular views can be observed.
Un par de cosas más antes de acabar. Llevad buen calzado porque las calles son super empinadas y ojo con el uso del móvil; San Marino no es la Unión Europea y cualquier llamada o visita a internet os puede salir carísima ( menos mal que hay wifi en cualquier cafetería)
Arrivederci San Marino.
Couple more things before we're done. Wear good shoes because the streets are super steep and be careful with the use of your phone; San Marino is not the European Union and any call or visit to Internet can be very expensive (fortunately there is wifi at any cafeteria).
Arrivederci San Marino.
Los pantalones y la camisa que llevo son de Zadig & Voltaite, los zapatos de Mango
I am wearing pants and t-shirt from Zadig & Voltaire, my shoes are from Mango.
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